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MADERA DE NÁUFRAGO. Blog de Luis Vea.

Microcuentos

ESCLAVO

El látigo me hace esclavo. El amo me latiga. Yo compré el látigo.

DINOSAURIO

Y cuando despertó, el dinosaurio, por fin, había muerto.

JUSTICIA GASTRONÓMICA Y MATEMÁTICA

El resultado de la ecuación donde la X es la comida de McDonalds y el de la ecuación donde Y es la comida del Bulli es el mismo.

PAPA

Siempre quise apostatar, pero no encontraba nunca tiempo ni ganas de hacerlo. Así que me autoexcomulgué. Desde entonces me cito con el diablo cada martes por la noche en una casa de putas.Tenemos una timba a medias. A veces aparece un tipo de blanco inmaculado con el rostro semioculto que juega con nosotros alguna partida de cartas.

Luis Vea García, 2011©

 

MATAR A DIOS

Había quedado ayer por la tarde con Juan para matar a Dios. Lamentablemente llegué un poco tarde a la cita. Y Juan ya no estaba.

 

Luis Vea García,  2011©

EL CARTERO

EL CARTERO

Juan era un tipo afortunado. Era cartero. Diez años atrás un político de los que no dejan más huella que su estupidez propuso eliminar el cuerpo de carteros por obsoleto. Decía que no tenía sentido en la era de la tecnología, el márketing, la ingeniería y la biomedicina. Otro político, igualmente deleznable, le respondió que era una afrenta acabar con un cuerpo de más de cien años de historia. Y mientras el servicio languidecía, poco a poco, se fue tomando esa postura intermedia llamada desidia. Pronto sólo hubo un cartero por barrio en las grandes ciudades. Pero Juan era un tipo afortunado. Veinte años realizando el mismo recorrido con su camisa amarilla bordada tirando de un carro del mismo color. Esos malditos políticos habían logrado lo que nadie logró de otro modo: acabar con el servicio de correos. Años de desidia. Demasiados. Pero Juan era un tipo afortunado. Ese día llevaba una carta a su destino. La única en los últimos diez años.

 

Luis Vea García,  2010©

VIDA

Resumió tanto su vida que no sabía si la imagen que quedó correspondía al momento de su nacimiento o quizá al de su muerte.

 

Luis Vea García,  2010©

OJOS

No tenía ojos para nadie. Estaba ciego.

 

Luis Vea García,  2010©

GUSTAR

-No me gusta el rumbo que está tomando tu vida.

-A mí no me gustas tú.

 

Luis Vea García,  2010©

PLAGA

Y Dios creó la última plaga: el monoteísmo.

 

Luis Vea García,  2010©

 

NAVIDAD EN GAZA

NAVIDAD EN GAZA

Apenas hay obscuridad porque los relámpagos no dejan  ver ni las estrellas. Apenas hay silencio, porque la noche perdió la palabra en pos de la violencia. Apenas hay nada, un hueco en el suelo y un llanto ahogado.

Luis Vea García, 2008.

Foto: AFP

TRES PUNTOS

TRES PUNTOS

                                   

Yo que nunca he vivido el derby con esa exaltación casi mesiánica de los que califican como el partido del siglo año tras año el mismo encuentro, olvidando que en el mismo año apenas cabe fragmento alguno de siglo. Yo que nunca he creído en la presunta calidad de un acontecimiento deportivo en el que se subasten patadas y pisotones sin que intermedie agente alguno de bolsa. Yo que de esas zozobras televisivas siempre he acabado huyendo, no me he sorprendido en absoluto al enterarme por la prensa del siguiente titular deportivo:TRAS EL ENCUENTRO BARCELONA-R. MADRID,SE ADJUDICAN LOS TRES PUNTOS AL SPORTING DE GIJÓN.Y una súbita risa ha acabado atrapándome tras intentar imaginar cuál fue el resultado final del encuentro.

Luis Vea García,2004 ©

PERFECTA

PERFECTA


 Eras perfecta. Si no fuera por esos ojos estrábicos que me despistaban al mirarte, si no fuera por tu pierna de metal. Eras perfecta. Eso pensaba mirando a través de una pantalla a la que mi cuerpo casi inexistente vivía conectado. Lo más perfecto que jamás vi. Y tú nunca me respondías.


ãLuis Vea García, 2002

 

UNIVERSO

UNIVERSO X descubrió que tenía problemas de meteorismo desde el mismísimo instante en que visitó el planetario. Y, sin embargo, alcanzó a ver las estrellas.

Luis Vea García,2003 ©

INTERCAMBIO DE PAZ

INTERCAMBIO DE PAZ

A estas alturas en las que la Navidad es sólo una fecha que se entremezcla con los bombardeos, en las que la claridad de las bombas y la de las luces del árbol se confunden, me pregunto qué sentido tiene celebrar el nacimiento de Jesús vestido de caqui, con la ametralladora al lado mientras oteo el horizonte y sorbo una taza de café. El frente, a lo lejos, se ilumina bendecido por cataratas de colores que descienden de los aviones. Maquinaria de guerra siempre en movimiento. Un F 18 acaba de descargar sus proyectiles sobre el otro lado de la montaña. En el silencio que me otorgan los bombardeos entre una incursión aérea y otra, me abstraigo, pero algo perturba la quietud de la guerra. Una niña de apenas diez años se me acerca sin mediar palabra. Dejo el arma a un lado y, cuando está frente a mí, veo que lleva escondidas las manos, entreabriendo la boca para reír. Su manita se acerca a mí con una flor. Observo su sonrisa y le sonrío, le tiendo una tableta de chocolate. Tomo de su mano la rosa. Ella se aproxima todavía más y me muestra la mano que permanecía oculta. La abre y una granada queda a la altura de mi rostro ya sin su anilla. Tomo la paz y la guerra al mismo tiempo. En los instantes que restan comprendo que es demasiado tarde para nada. Feliz Navidad.

Luis Vea García, 2002 ©

CON GRIPE

CON GRIPE

El termómetro, de un tamaño ciclópeo, se desplazaba hacia mí de forma impasible mientras una enorme mano y el rostro deformado de mi madre avanzaban sin cesar. Yo sabía que el rostro deformado era una consecuencia de la fiebre. No es que mi madre la tuviera y que por ello se le hubiera alterado la cara, sino que era yo quien había modificado la percepción de las cosas debido al incremento de temperatura de mi cuerpo. Eso me convertía en un ser en un estadio especial de la vida: con gripe, de la misma forma que existán otros: en paro, de cuerpo presente, en númerus clausus... Quizá esa situación me otorgaba indirectamente una posición elevada con la que comprender la complejidad del mundo que los demás, en un estadio de normalidad, eran incapaces de entender. Debía pues aprovechar esa situación para hacer algo. Pensar, leer, escribir, comunicarme... El cuerpo me pesaba y era incapaz de incorporarme. Haciendo caso a aquella voz sepulcral, dormitaba oyendo multiplicados por cien los ruidos de fondo e ingería extraños líquidos y sólidos que según me indicaban iban a devolverme a la normalidad. Sin embargo, por alguna razón nadie me había preguntado si deseaba volver a esa situación. Para mí, la gripe era una experiencia cuasi mística de contemplación que me daba la oportunidad de disfrutar de la cama de una forma extendida en el tiempo."Estaba malo" pero esa maldad, aunque contagiable, no era peligrosa sino, más bien, deseable. Y eso era lo peor.¡Normalmente duraba tan solo cinco días!¡Qué desgracia!

Luis Vea García, 2000 ©

SEMBLANZA INFANTIL

SEMBLANZA INFANTIL

Mientras me bañaba, una vez a la semana, metido en una tinaja de plástico en la que me veía diminuto, el agua caía a cataratas, a cubazos, removiendo las burbujas que flotaban y estallaban tras una existencia fulgurante; mientras me bañaba, la vida se me hacía inmensa, escondida en una infancia mezclada de placideces y escaseces, que yo nunca observé. Las burbujas, ninfas de vida errante y breve, cuyo ascenso a la superficie era una tenue llegada a la madurez, y cuya flotación en el borde del agua era el testamento de una existencia fugaz a la que llegaban en estallido como el cuerpo que se convierte en ceniza tras ser llevado al crematorio... Mientras me bañaba no tenía consciencia de la brevedad de los instantes, incluso me sentía inmortal como inmortales eran los objetos que me rodeaban en una atmósfera sepia de cuarenta metros cuadrados sin lavabo. Mientras me bañaba, en la misma agua que mis hermanos, mi turno era el segundo - creo recordar - y el agua ya estaba usada, introducía algunos juguetes en el cubo y la sesión de limpieza se hacía colectiva. Agua, regenerada a golpe de acarrear calderos por parte de mi madre, ha llegado a ser algo así como la metáfora de la vida en la que todo transcurre cañería abajo. Y ahora, ¿ por qué extraña razón me acuerdo de aquel cubo y de aquel agua que tubería abajo cayó y que alguien en este instante estará usando en otro lugar?

Luis Vea García,2000 ©