EL CARTERO
Juan era un tipo afortunado. Era cartero. Diez años atrás un político de los que no dejan más huella que su estupidez propuso eliminar el cuerpo de carteros por obsoleto. Decía que no tenía sentido en la era de la tecnología, el márketing, la ingeniería y la biomedicina. Otro político, igualmente deleznable, le respondió que era una afrenta acabar con un cuerpo de más de cien años de historia. Y mientras el servicio languidecía, poco a poco, se fue tomando esa postura intermedia llamada desidia. Pronto sólo hubo un cartero por barrio en las grandes ciudades. Pero Juan era un tipo afortunado. Veinte años realizando el mismo recorrido con su camisa amarilla bordada tirando de un carro del mismo color. Esos malditos políticos habían logrado lo que nadie logró de otro modo: acabar con el servicio de correos. Años de desidia. Demasiados. Pero Juan era un tipo afortunado. Ese día llevaba una carta a su destino. La única en los últimos diez años.
Luis Vea García, 2010©
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