EL CARRO DEL GITANO
Hace ya unos cuantos años, siendo yo niño, cuando los barrios de Barcelona eran sólo espectros sin calles asfaltadas donde jugábamos con piedras y palos, era bastante común ver a un gitano arrastrando un carro lleno de trastos. Recuerdo esas calles tras la lluvia y cómo los charcos se acumulaban y duraban semanas, incluso meses. Recuerdo el verdín que flotaba en su superficie y las ranas que empezaban a croar... Y el gitano arrastraba su carro lleno de trastos que luego vendía al trapero. Objetos ya sin uso, trozos de metal, botellas... Las basuras se acumulaban en campos abandonados, en desmontes, escenarios habituales de nuestras luchas imaginarias. El carro del gitano, casi siempre movido por motores de sangre, bestias de carga achacosas o el propio gitano empujando... Fábricas abandonadas en las que nos escondíamos y perpetrábamos hazañas, bandas de quinquis, tal y como entonces los denominábamos, que salían a robar bicicletas y los pocos céntimos de que disponíamos para comprar algún chicle. Recuerdo al gitano dando golpes con un trozo de metal haciendo un ruido característico, sonido que poco a poco ha ido desapareciendo. Formaba parte de la rutina cotidiana de las barriadas, esos lugares inhóspitos y abandonados. Luego asfaltaron las calles y todo parecía que tomaba un aspecto de cierta decencia. Hasta las fotos tenían ya color y los barrios empezaron a abandonar su dejadez. Luego todos fuimos ricos, unos votaron a los partidos de los del dinero, otros compraron éste u otro coche grande, cualquiera tenía una criada filipina... Nos llegó esto de la crisis y vuelve a aparecer la figura del gitano. Ahora se les oye hablar otras lenguas, rebuscan en la basura, les ves arrastrando un carro que ya no es aquel viejo carro de madera sino uno agenciado en el hipercor de turno o resultado de la trasformación de un cochecito de bebé. Y la imagen, que en cierto momento tuviera algún tipo de romanticismo, ahora es una imagen más cruda, porque evidencia el incremento feroz de las desigualdades. Quizá es momento de recordar de dónde salimos y lo que somos.
2 comentarios
LUIS VEA GARCÍA -
Alena.Collar -
Es distinto, ya sé, pero establecí la analogía.
Una ternura enorme este escrito, Luís.