DIARIO DE VIAJE
Los aeropuertos son lugares inocuos, como las comisarías o los hospitales, pasillos de blanco o de gris, de azulejo cuadrado cuyos intersticios ennegrece el tiempo, espacios asépticos que no dejan huella en el recuerdo, pues no contemplan momentos memorables, espacios que ya en sí mismos contienen sus propias reglas a las que uno se somete lánguidamente y se deja hacer como el animal que es llevado al matadero, ahora una fila de cuerpos bajo un arco que no es del triunfo, y si lo es lo es más del triunfo de la desconfianza en el siglo de lo global, otro muro más, otro uniforme y otra barrera, un mundo lleno de barreras que ni siquiera ocultan los grandes pasillos de los aeropuertos. Lánguido inicio, Pilar otra vez precesionando hacia el lavabo, una vez más y he perdido la cuenta, su aliento que se derrite, la mirada languidece como esos mismos animales camino del matadero. Giro la vista y el mar me acoge, casi pido permiso a las nubes para que me dejen otear el relieve de las olas mientras poco a poco, tras el cambio de las manecillas, el reloj abandona la estela de las diez para acomodarse en un número más. Y perdida ya la paciencia, con los pasajeros movedizos, una vez los niños, otras parejas movedizas, no sabe uno si las arenas movedizas también viajan en avión o si quizás a algunos la tontería y el pijerío marquil no le dejan ya comportarse como un ser adulto. Volver la mirada al mar y obviar el vaivén. Quizá veinte minutos más para arribar...
1 comentario
Inma -
Un abrazo y espero que lo hayáis pasado bien estos días.
Inma