DIARIO
Tengo un amor excesivo a los objetos. Quizá porque los objetos constituyen parte del recorrido vital de cada uno. Es decir, que tienen importancia debido a que han adquirido significado con el paso del tiempo. Y ese valor añadido, que normalmente llamamos valor sentimental, termina haciéndolos importantes. Casi indispensables. No puedo imaginarme verme desposeído de ellos.
Estos días he sentido un poco de pudor viendo esas fotos de los edificios del barrio del Carmel en Barcelona. Es como si estuviese colándome en casas ajenas, viendo una realidad que no me corresponde, contemplando los objetos más íntimos de personas que jamás me han invitado a pasar. Era desolador, ver tantos recuerdos arruinados, tantos instantes truncados por el fragor de una piqueta. No hay indemnización que valga, que pague esa destrucción. Creo que en su lugar me volvería loco. Quizás es porque sin mis libros y mis objetos dejo de ser yo mismo o porque en esos nuevos pisos, que algún día estrenarán, yo me sentiría un desterrado. Igual que cuando Unamuno fue enviado a Fuerteventura. Pero, al menos, él pudo conservar un par de libros y tenía la certeza de que algún día volvería. Esos pobres vecinos del Carmel jamás recuperarán esa certidumbre.
3 comentarios
white -
Espuma -
Esperemos que al menos les recompensen, aún sabiendo que eso es imposible del todo.
abrazos guanches.
cabaret -
saluditos!