DIARIO DE VIAJE: MÉRIDA (Y 2)
Pasado el primer momento de monumentalidad, resta lo pequeño, lo menos visible, lo que queda a un lado. Visitamos el circo romano que, sorprendentemente, se encuentra en mucho mejor estado que su homólogo romano, el Circo Máximo. Aquí, al menos, se distingue qué es qué y no como en Roma donde apenas los graderíos son túmulos y la arena, un patatal. Y junto a él parte de dos acueductos, uno romano y otro muy posterior del siglo XVI, el de San Lázaro, casualmente mucho menos monumental y más pedestre y muy cerca de allí las ruinas de un antiguo hospital de peregrinos.Recorremos la ciudad por un lado, obviando vías del tren y carreteras y, sucesivamente, a nuestra vista van apareciendo termas, otro acueducto, éste sí romano bastante más monumental pese a un curso del río que languidece y que expresa pena por el agua que no transporta.
Foto: Acueducto de los Milagros.
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