DECREPITUD
Mientras escribo estas palabras, quizá empujado por la respiración ruidosa de mi gato, no sé si ruidosa por relajada o ruidosa por añosa, y sin saber de qué escribir, pero con el deseo de hacerlo, me ha venido de pronto una súbita punzada en el pecho relacionada con esa respiración felina que a mí se me antoja dificultosa. Quizá porque su salud me preocupa o porque de uno u otro modo en los últimos años la presencia de seres queridos con avanzada edad y muy cercanos a su fin me ha hecho reflexionar mucho sobre este tema. De ahí ha nacido alguno de los cuentos de Cotidianos, mi libro de relatos (Isla Varia, 2008) y también bastantes de los poemas de mi próximo poemario, Hachazo de metrónomo. La persistencia del tema del final y, sobretodo, de la decrepitud física y psíquica es algo que me incita a escribir. Ya sea como reflexión, ya sea como pie para experimentar hasta crear un relato. A ello se ha venido sumando en los últimos años la propia experiencia personal sobre los cambios que el propio cuerpo y la mente experimentan y no menos las sensaciones sobre el tema del dolor -recuerdo que el pensador Rafael Argullol tiene un libro sobre el tema del dolor denominado Davalú - porque el tema del dolor también empieza a ser otro de mis constantes. Seguramente por esas hernias discales que no me dejan un momento. Decrepitud, dolor, muerte. Palabras todas ellas que deseamos alejar de nosotros. Palabras que pronunciamos de manera diferente cuando se ciernen demasiado cercanas. Probablemente este artículo sirva también a este autor para exortizar sus propios miedos que son además los que le han inspirado para escribir estas líneas.
0 comentarios