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MADERA DE NÁUFRAGO. Blog de Luis Vea.

DIARIO

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Girona.

Los reactores sobrevuelan la ciudad vieja, no quiero decir con ello que sólo sobrevuelen esa parte de la ciudad, probablemente toda. Quizá la paradoja se da más aquí por contraste entre épocas. El río Oñar es sólo un hilo que poco destila, ni agua ni casi vida. Sólo al final, llegados al núcleo histórico, el hilo se ensancha y se convierte en madeja. Los patos nadan y algunas zancudas zambullen sus picos y luego se elevan orgullosas. Caminamos la rambla hasta llegar a los baños árabes que no son de origen árabe y, tras pasar el umbral, me apercibo de la presencia judía en esta ciudad. Cuatro ventanucos en el cielo y uno de ellos en forma de la estrella de David. Y poco después, Sant Pere de Galligans que, aunque lo fue, ya no es iglesia de culto y se conserva como museo. Del paleolítico al románico en un plumazo. Demasiada mélange. Luego una sucesión de iglesias hasta llegar a la catedral, convertida ya puramente en museo, negocio de la Conferencia Episcopal que cuando lo desea no entiende de cultos y sí de dinero. Presencia esbelta, recorrido turístico muy bien señalado, claustro en reparación. Cada uno de los capiteles contiene una pequeña historia que bien valdría un libro bastante mejor que Los pilares de la tierra o El código da Vinci.Al salir, música de violín de fondo, un par de parejas acarameladas. Absorto, pienso que en cualquier momento se echarán a bailar. Pero no sucede, al menos en la realidad.Cae la tarde sobre la judería. Las calles estrechas y empinadas como laberintos o círculos concéntricos de Dante se ennegrecen. Poco más allá el Museo de Historia de los Judíos.

Camino de vuelta, largo, pienso en esa exposición sobre judíos y palestinos y en su título: Coexistencia.  

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