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MADERA DE NÁUFRAGO. Blog de Luis Vea.

DIARIO DE VIAJE

Mientras resuena el grito un tanto histérico de un niño a lo lejos, entre un  bosque de butacas, cabezas y cuerpos al que nos vemos condenados en el viaje, hay un dejarse llevar lánguido, con Pilar a mi lado en la ensoñación del mareo que le ha atacado, hay una dejación del tiempo a transcurrir con la velocidad habitual, un impasse que se hace eterno mientras el resol me ha obligado a quitarme la chaqueta y amenaza con hacerme arremangar la camiseta; sí, hay algo de lánguido en el viaje y de deseo compulsivo por pisar tierra de nuevo y alejarse del trajín aeroportuario, del azul y del gris que nos dominan, ese azul que pretende vendernos seguridad, ese gris que parece acompañar todo lo institucionalizado. Hay algo de languidez en el inicio. Pero en tanto que inicio -pues todos los inicios son similares, al igual que todos los finales se asemejan- un tanto ajetreado y trabucado de maletas y prisas y un conductor del taxi que se equivoca de domicilio, la pesrspectiva de sentarnos separados en el avión, con Pilar lívida por los nervios del mismo viaje y por el mareo que ataca su cuerpo y se ceba en los intestinos, mientras el azul condensado se afianza en mi retina, azul abandonado a los vaivenes entre nubes, allá abajo, con el sobrevuelo del avión y el ir y venir que casi se acompasa al de las nubes tras abandonar el gris de Barcelona, ese gris del tiempo ajetreado  que no sabe uno si es gris permamente ya instalado por siempre en la ciudad. 

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