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MADERA DE NÁUFRAGO. Blog de Luis Vea.

TU OTRO BANCO (Y CADA DÍA EL DE MÁS GENTE)

Vivo desde hace años en Sant Andreu, un barrio de Barcelona. No es la zona centro pero nunca ha sido uno de los peores. Hay mucha clase media, hay también tejido comercial, asociaciones, habitantes que lo son de este barrio desde hace generaciones, también un importante pasado industrial todavía visible en las fábricas que han dado paso a bibliotecas y otros servicios del barrio. Una zona en crecimiento, una zona donde la pobreza no era lo habitual. Desde hace unos cuatro años esa misma pobreza ha ido apareciendo como en tantos otros lugares, como en tantos otros barrios de Barcelona. En un principio afectaba a los que tenían menos recursos, a los que pendían de un hilo, a los que no tenían arraigo, ni documentos, ni familia, a los que huían, a los que buscaban entre las basuras... Pronto este panorama se ha ido extendiendo, a esos se les han unido los que ya tenían un cierto arraigo, quizás un coche de segunda mano, un trabajo eventual con el que pagar un alquiler y traer una familia  que vivía lejos. Luego le han seguido los nacionales que tenían trabajos de peón, los de las obras, los que no tenían oficio definido. Más tarde los que ya llevaban tiempo en empresas, asentados, de una cierta edad, con una categoría laboral... Empresas que se han aprovechado de las facilidades del despido y éste se ha ido generalizando. Tímidamente los carros de los supermercados se han ido haciendo multitud, también las colas por la noche cuando los comercios cierran y es fácil abrir las bolsas de basura con alimentos a punto de caducar que arrojan los supermercados. Hace tiempo que me duele ver por la noche a algunas ancianas, que debieran estar en su casa con la bata puesta, buscar entre basuras. Y un paso más. Cerca de casa, en lo que antes era una escuela de música, y, todavía antes, un instituto, hay un banco de alimentos. Los sábados instalan un pequeño puesto en la rambla para recoger alimentos. De vuelta del supermercado compramos algo de más y nos pasamos. Dejamos arroz, o legumbres, o leche o conservas.

Vuelvo de trabajar sobre las tres de la tarde. Los carros se amontonan en una hilera que parte de la entrada del banco de alimentos; suele haber una decena. Hoy he llegado a casa hacia las cinco y media. Antes de alcanzar el mismo lugar veía cierto movimiento de carros repletos y gentes de todos los colores y pieles, edades, nacionalidades, solos o acompañados.Muchos de ellos ya no tendrán seguridad social. Al llegar a la entrada del banco de alimentos muchos más carros agolpándose y dentro, no puedo creerlo, casi un centenar de personas. Rostros que miran al suelo y guardan la cola correspondiente. No hablan. Unos se adivinan extranjeros, cada vez más españoles, niños, muchos niños, ancianos que deberían estar disfrutando de los viajes del Imserso. Mucha gente, cuentan los alimentos, mucha gente. Demasiada.Y algo debemos estar haciendo mal.

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